Friedrich Nietzsche defiende a lo largo de su obra y especialmente en su célebre libro Así habló Zaratustra, en el capítulo De las tres transformaciones, un recorrido mediante el cual logramos la transmutación de todos los valores. Existen tres etapas o transformaciones distintas del espíritu del hombre representdas con diferentes símbolos: el camello, el león y el niño.
En este recorrido, Nietzsche nos
muestra el camino que deben pasar los hombres de forma metafórica para poder llegar
a cambiar su antigua moral por nuevos valores propios.
Este proceso de cambio radical se
ve representado con claridad en la película de “El club de la lucha”, mediante
la cual se ven reflejadas todas y cada una de las fases enunciadas por el filósofo
Nietzsche.
1ª transformación:
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte,
paciente, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e
incluso las más pesadas de todas.
El camello es la primera etapa
del espíritu del hombre; donde el espíritu se encuentra imbuido en la moral
tradicional. El camello se encuentra ocupado de llevar a cabo los preceptos
morales que se le han impuesto. La diligencia, por la que tanto critica
Nietzsche a este momento del espíritu hace arrodillarse al camello ante las
cargas morales que se le han impuesto para llevarlas a cabo; siendo la
fortaleza de la que el camello dispone para llevar a cabo los mandatos de la
moral hereda
da parte de su regocijo. La humillación propia es tomada como un
valor, así como la dedicación a los otros, por lo que Nietzsche caracteriza al
camello como aquél que se arrodilla para recibir las cargas. El camello es el
espíritu de carga, de sumisión a los valores de la moralidad cristiana y
tradicional.
Nietzsche expone esta etapa como
la fase en la que el hombre realmente no respeta su propia voluntad, existiendo
una lucha en el interior del mismo entre el deber y el querer, siendo el deber
el que se impone, pues considera que eso le convierte en un mejor individuo.
Para Nietzsche, el factor que nos
lleva esta sumisión y nos mantiene
alienados son los valores occidentales.
Esta fase se ve representada en la
vida inicial del protagonista, pues habiendo realizado todos los objetivos que
supuestamente se deben llevar a cabo, cree que así se ha realizado a sí mismo.
A pesar de todo, acaba dándose cuenta de que no está satisfecho con nada de lo
que tiene y caracteriza a su vida. De este modo, viendo la carencia de sentido
de su vida, decide darle alguno, manifestándose
través de la creación del personaje de Tyler Durden.
Esta “rebelión” la presenta Nietzsche
como a huida del camelo con su carga, implicando la evasión de aquel lugar
donde era cargado con los valores de los otros, por lo que existe la
posibilidad de que se lleve a cabo la transformación del camello en el león, en
la soledad de aquel desierto al que ha escapado.
Con todas estas cosas,
las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que
corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.
2ª transformación:
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda
transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad
como se conquista una presa, y ser señor en su propio desierto.
En esta segunda figura que
Nietzsche nos describe vemos un espíritu que se encuentra decidido a
enfrentarse al deber que implica la moral tradicional. Este enfrentamiento lo
figura Nietzsche entre el león y el dragón. Por un lado, el espíritu ya siendo
león ansía la conquista de la libertad allá en su desierto poniendo de
manifiesto claramente su deseo: el “yo quiero”. Por el otro lado vemos al
dragón que es la figura del “tú debes“, es decir, los anteriores valores del
camello, ahora puestos ante el león para interponerse entre su decisión y la
libertad. El dragón es todos los valores milenarios de la moral tradicional que
el león se atreve ahora a desafiar. El león es el espíritu desafiante que
intenta conseguir liberarse de la moral tradicional, destruyendo al anterior
camello servicial y venciendo al dragón del “tú debes”. Si bien el león no es
capaz de crear nuevos valores es totalmente necesario este momento del espíritu
para poder ganar la libertad tan necesaria para poder llevar a cabo la creación
de valores nuevos.
Tyler Durden es el alter ego
destructivo del narrador; el encargado de acabar con la carga que le impedía
vivir plenamente. La premisa de Tyler y de Nietzsche al mismo tiempo es que si
nos libramos de lo superfluo, de las cosas que otros nos han impuesto, entonces
podemos encontrarnos a nosotros mismos y ser completamente libres.
Tras la liberación de todos
estatus sociales y materiales aparece una realidad aplastante: nuestra existencia
es a fin de cuentas irrelevante.
Aquí atendemos a una conversión de la película en un reflejo nilihista, que se hace más patente frente a la pregunta del sentido de nuestra existencia como algo irrelevante.
Aquí atendemos a una conversión de la película en un reflejo nilihista, que se hace más patente frente a la pregunta del sentido de nuestra existencia como algo irrelevante.
Dicha pregunta presenta dos
posibles respuestas:
-
Nada: es la que se asocia al Nihilismo pesimista
como puede ser el de Schopenhauer. No tiene sentido darle importancia a la vida
porque vamos a morir.
-
Todo: se asocia al Nihilismo optimista y la que
nos interesa. La mortalidad es lo que hace que la vida tenga sentido, y no al
revés.
Tras la destrucción de valores
llevada a cabo por el león, nos enfrentamos a un vacío moral. El león es
incapaz de llenar este vacío, ya que su naturaleza es destructiva, por eso hace
falta una última transformación.
3ª transformación:
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda
que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Tras haber conquistado la
libertad, se puede dar la transformación del león en el niño. La figura del
niño es aquella qu
e se encuentra en la posibilidad de llevar a cabo el momento
positivo de creación de valores nuevos. Nos encontramos que el niño juega, y
para este juego es preciso poder decir sí, es decir crear efectivamente otros
valores y poder conquistar su mundo mediante su voluntad. Nada queda entonces
del camello ni del león en la figura del niño, ésta se encuentra encargada de
la creación de los nuevos valores, es el espíritu creativo, con el cual se
culmina en la transmutación de todos los valores.
La escena final de El club de la
lucha es la perfecta representación de todo este proceso de cambio. Los
edificios se derrumban al igual que lo hacen los valores que representan y el
narrador deja atrás la figura de Tyler porque ya no es necesaria.
Después de toda esta destrucción,
lo único que queda es construir algo nuevo. Ya lo decía Tyler: “solo la
autodestrucción conlleva evolución”, y gracias a esta autodestrucción el
narrador se da cuenta de qué es lo que quiere: a Marla.
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