“¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra,
una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los
sueños, sueños son.”
Hace varios días tuve un sueño que me dejó trastocada. Unos días antes terminé Abre los ojos, una película que habíamos empezado en filosofía y que, por el parón de las navidades, tuvimos que dejar a medias. Así que ya por curiosidad y porque creo que Amenábar lo merecía tras haber conseguido sorprenderme gratamente hace algunos años con su película Tesis, decidí terminarla por mi cuenta. Supongo que fue la película junto con algo de información que busqué sobre su relación con la filosofía de Descartes, lo que me llevó indudablemente (perdona, Descartes, por la expresión) a soñar aquel sueño tan espantoso. Leer esto lleva a pensar que se trataba de una pesadilla pero ni mucho menos, es más, el sueño en sí me gustó bastante.

En el sueño, además, aparecían unas setas de estas alucinógenas (sí, alucinógenas) que todo el mundo tomaba como si de alcohol de tratase, a excepción mía, que en lugar de tomar setas, dormía, soñaba y despertaba constantemente dentro del propio sueño, cosa que provocaba en mí extrañamente el mismo efecto que el de las setas.
A ver, el sueño en sí puede parecer para que me encierren pero sinceramente para ser un sueño tampoco es tan extraño, quiero decir que tampoco creo que significase nada así trascendental. Sin embargo, no es el hecho del sueño en sí lo que me dejo tocada, sino mi despertar, lo que el sueño produjo en mí cuando abrí los ojos. Al despertar sentí algo que nunca había sentido. Sentí despertar, despertar de la vida, de la vida real. Puede parecer que desvarío, pero aquello me recordó a algo de la película. Parecía que tras aquella fiesta hubiesen empalmado mi vida de nuevo a partir del momento en que desperté. E insisto, estaba despierta, más que despierta, sin embargo, todo parecía mucho menos real que el sueño del que acababa de despertar. Era extraño porque no supe como sabía que estaba despierta, pero estaba segura de que lo estaba.
Prometo que en aquel instante empecé a dudar de todo lo que me rodeaba, el sueño no quería abandonar mi cabeza y era como si toda mi vida, la real, hubiese pasado a un segundo plano, como si no me importase. Me empezó a surgir la duda de si volvería a ser capaz de conciliar el sueño, esta vez a ser posible, un sueño normalito, porque bajo ningún concepto quería volver a ese dichoso sueño. Sueño que por muy sueño que fuese, me había hecho, no sé cómo, planteármelo todo. También me di cuenta de que, a pesar de creer que llevaba toda la noche viviendo esa extraña vida, que no era, que no podía ser vida, llevaba exactamente una hora y diez minutos soñando. Miré varias veces el reloj porque sinceramente no me lo podía creer. Finalmente, entre incesantes esfuerzos por concentrarme en cosas normales como la ropa que me ponía al día siguiente o similares, y el profundo pensamiento de que el puñetero sueño me había cambiado, me dormí.
Descartes decía que era imposible distinguir un sueño de la realidad y yo sinceramente no estaba de acuerdo porque, hasta el momento, siempre había sabido reconocer y diferenciar un concepto de otro a la perfección, pero realmente tras despertar de este sueño, dudé, toda esa seguridad se me vino abajo y creí estar totalmente de acuerdo con él. Verdaderamente no sabía que había significado aquel sueño al que yo misma había adjudicado una explicación por el simple hecho de quedarme tranquila, pero lo que si sabía con certeza era que no quería, ni por asomo, volver a vivir aquello.
¿Seguro que no probaste las setas alucinógenas en aquella fiesta ? ;)
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