domingo, 10 de mayo de 2015

Repite conmigo: "Yo soy libre"

Tras una lectura exhaustiva del artículo "¿Están alienados mis alumnos de secundaria?" me dispongo a opinar, y ya puestos, a contestar la pregunta que directamente se nos plantea.

Somos trabajo. El trabajo nos persigue. Es algo que necesitamos como un nutriente más en nuestra dieta, pero la cosa no queda ahí. A la vez el trabajo se apropia de nosotros y nos hace suyos en lugar de que nosotros lo hagamos nuestro. Poseemos trabajos que no nos identifican y cada vez con menor pudor los aceptamos como dignos. Bien se observa en la tan escuchada frase: “hoy por hoy cualquier trabajo es bienvenido”. Y es que no es nada extraño que la pérdida de trabajo suponga en nosotros tal ansiedad, porque somos máquinas hechas para trabajar y no concebimos una realidad sin lo que nos da alimento, cobijo y en resumidas cuentas una vida, el trabajo.

Resultado de imagen de alienaciónYa desde tiempos inmemorables consideramos el trabajo parte de nosotros, hasta el punto de llegar a adoptar nombres de oficios en nuestros propios apellidos como si de nuestra identidad se tratase (Herrero, Sacristán, Escudero, Labrador...). Además, la propia lengua también nos lleva subliminalmente a pensar lo grato y beneficioso que es el trabajo, por el simple hecho de utilizar el adjetivo “trabajador” como cualidad positiva y de la que sentirse orgulloso, y dando por hecho que el ser no trabajador es incompatible con la facultad de ser habilidoso o alguien que merezca nuestro apego. Al parecer el no trabajador, o más bien, el que no trabaja para otros, está mal visto. A alguien que no trabaja por el simple hecho de que prefiere dedicarse a sí mismo y no a otros, se le atribuyen multitud de denominaciones despectivas como “alguien que vive del cuento”,  “un dejado”...; cuando el único daño que está haciendo esa persona es entregarse y trabajarse a sí misma y en lo que realmente quiere, sin esperar a cambio una palmadita en la espalda como aprobación del sistema.

Por otro lado, como respuesta a la pregunta planteada, indudablemente sí, por supuesto que lo estamos. Los alumnos de secundaria (aunque yo ampliaría el concepto omitiendo “de secundaria”) estamos alienados. ¿Cómo no va a ser así si nada más nacer nos colocan un babero y nos mandan a una escuela (porque nuestros pobres padres no pueden ocuparse de nosotros por el motivo universal: trabajo) para que nos empapemos de conocimiento y cuando crezcamos seamos unos excelentes explotados?

Nos enseñan que el principal objetivo en la vida es el trabajo y lo único a lo que nos obligan es a estudiar para que de mayores seamos parte de esta gran fábrica que es la sociedad. Nos enseñan que ser responsables es hacer lo que quieren que hagamos, lo que se espera de nosotros y no decepcionar a los que tienen grandes expectativas en nosotros; en lugar de enseñarnos a entender que la responsabilidad es ser fiel a uno mismo, al propio deseo personal y no decepcionarse a uno mismo. Pretenden que después de 18 años enseñándonos cosas que ni si quiera se han dignado a preguntar si queremos saber, decidamos lo que queremos ser de mayores, cuando saben perfectamente que la decisión no es nuestra. Porque si quiero ser actriz y la suerte no está de mi parte, no me llegará para llevarme un pedazo de pan a la boca; si quiero ser médico, mi nota no será suficiente para poder estudiar medicina a no ser que pague un pastizal que no tengo a una universidad privada; si quiero ser artista o fotógrafa, tendré que dibujar o capturar las imágenes específicas para poder sobrevivir y no las que se me antojen... Y es que tras ver las pestes que los trabajadores echan por la boca, descontentos con sus horarios, salarios, con empleos en los que no se reconocen (porque con los que si lo hacen no consiguen ganarse la vida), pretenden que sepamos en qué clase de engranaje de esta gigantesca máquina productiva nos queremos convertir.

¿A todo el mundo le disgusta su trabajo? Lo cierto es que tengo una madre que de verdad cree que le gusta su trabajo. Ojo, yo no digo que sea malo, de hecho lo considero el trabajo que más la caracteriza, pero no es ese el problema. El problema reside en que ella no sabe lo que es trabajar por gusto, es decir, hacerlo cuando quieras, sin presión alguna, faltando el día que no te apetece ir y negándote a hacer algo cuando sinceramente prefieres dejarlo para otro día. Porque realmente no trabaja para ella, para realizarse como persona, sino para otros.

Retomando el tema de los alumnos, la alienación que sufrimos es más que observable. Entramos y salimos a una hora establecida que de ser incumplida es sancionable, nos imparten lecciones obligatorias sobre materias determinadas que ni si quiera nos interesan y, para rematar, nos impiden acudir a clases que no están fijadas en nuestro horario y que realmente (por extraño que a algunos profesores les parezca) sí tenemos curiosidad de conocer (lo cual no tiene por qué ser sinónimo de estudiar).  Pues aún hay gente, afortunadamente, a la que le gusta aprender y leer y explorar por el simple hecho de conocer y cultivarse, sin que sea preciso el tener que memorizarse veinte mil fechas y otras tantas fórmulas.
Se nos limita todo. No podemos sentarnos al lado de alguien porque vamos a hablar mucho, no podemos discutirle a un profesor que no lleva razón o que comete alguna injusticia y no está permitido reprocharle a los mayores, a pesar de que, sepamos de sobra que lo que queremos recriminarle es lo éticamente correcto. Ejemplos claros de esta “alienación educativa” son esas escuelas que dicen enseñarte valores cuando, además de los horarios, fechas de exámenes y tareas obligatorias que alienan a sus pupilos, separan por sexos las clases o simplemente (siendo la fuente mi propia experiencia) no te permiten vestir una chaqueta o una bufanda en los días fríos por el simple detalle de que no llevan bordados el honorable escudo del colegio.

Al igual que a los trabajadores, a los alumnos tampoco se nos dota de tiempo libre. Libre... será tiempo “libre” cuando yo decida cuándo empieza y cuándo termina, y cuando yo decida en qué emplearlo. Ya no por el hecho de que los estudios o tareas que me obligan a hacer no me lo permitan, sino porque el ocio que supuestamente nos “libera” de los estudios,  también parece ser alienante. Las formas de diversión están ya estandarizadas. Al parecer ya ni uno mismo decide lo que es divertido y lo que no, pues estamos constantemente sometidos a que los demás nos expongan lo aburrida que consideran nuestra actividad favorita, con el único motivo de aportar algo absolutamente irrelevante.


En definidas cuentas, todo esto a lo que estamos tan acostumbrados es consecuencia del sistema vigente, el capitalismo, que nos somete a la injusta diferencia de clases y nos aliena haciendo que no nos reconozcamos en nuestros propios actos, pero que, aún así, los continuemos realizando para asegurar nuestra supervivencia. Dependemos de este modelo y de esta sociedad, lo que me evoca a mi primer artículo de este blog, en el que, sin mucha idea, traté el tema de las imprescindibles dependencias sociales entre humanos, lo cual ahora, con más precisión, puedo asociar al sistema del que formamos parte y su capacidad de influir sobre nosotros y cosificarnos, cual piezas de una gran maquinaria que está en marcha para el lucro de tan solo unos pocos.

3 comentarios:

  1. se me olvidaba: por favor, incluye enlace al texto sobre el que haces la reflexión

    ResponderEliminar
  2. Magnífica reflexión.
    ¿Crees que hay alguna forma de romper con ese determinismo en el que nos coloca el sometimiento al sistema? ¿Hay algún modo de que las cosas sean de otra manera? Porque no creo que se trate del capitalismo exactamente, sino como dices bien a lo largo de todo el texto, del sistema social, así, en general. No conozco, más allá del mundo de las ideas, ningún signo ideológico, organización social ni régimen político bajo el que las personas hayan sido (ni son) libres.
    Enhorabuena, es un trabajo excelente el tuyo.

    ResponderEliminar