La
navaja de Occam es como se conoce a un principio filosófico descrito
por primera vez por Guillermo de Occam a principios del siglo XIV. El
concepto que describe es tan simple como revelador: ante dos posibles
hipótesis para explicar un suceso, es mucho más probable que la más
sencilla sea la correcta y no la más compleja. Gracias a este
concepto, Occam “afeitó las barbas de Platón”, eliminando de su
sistema filosófico multitud de entidades e idas innecesarias, ya que
únicamente daban complejidad a algo que se podía explicar de un
modo más sencillo.
Este
principio es usado por los ateos para rechazar la hipótesis del Dios
Creador en favor de la evolución natural: si un Dios perfecto
hubiese creado el Universo entonces tanto el Universo como sus
componentes serían mucho más simples.
En
cualquier caso, la navaja de Occam es un principio que es
frecuentemente utilizado fuera de la ontología, como en la filosofía
de la ciencia para establecer un criterio de selección entre teorías
con igual poder explicativo.
Ya
que en ocasiones a la navaja de Occam se le llama el principio de
simplicidad, algunos creacionistas de mente simple sostienen que la
navaja de Occam puede ser usada para defender al creacionismo contra
la evolución. Después de todo, suponer un Dios que lo haya creado
todo es mucho más simple que la evolución, la cual es un mecanismo
muy complejo. Pero la navaja de Occam no dice que la hipótesis más
simplona sea la mejor.
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